El lenacapavir, de Gilead Sciences, es la segunda opción inyectable de acción prolongada para la profilaxis preexposición (PrEP) contra el VIH, superando en frecuencia a su predecesor, el cabotegravir (Apretude), que requiere inyecciones cada dos meses. Expertos como Mitchell Warren de AVAC, una organización global de prevención del VIH, celebran esta innovación por su practicidad y eficacia, que promete cambiar el curso de la epidemia al simplificar la adherencia. Su aprobación genera gran expectativa tras demostrar una protección casi completa en los estudios.
La relevancia de esta aprobación para Argentina es considerable. La incorporación de opciones de PrEP más convenientes puede fortalecer las campañas de prevención en el país, mejorando el acceso y la adherencia, especialmente en zonas con barreras logísticas o para poblaciones específicas. Esto podría traducirse en una disminución de nuevas infecciones, aliviando la presión sobre el sistema de salud del país y mejorando la calidad de vida de sus habitantes.
Sin embargo, el optimismo se mezcla con la preocupación por el acceso global al lenacapavir. Su elevado precio de catálogo, de 28.218 dólares anuales, y los recientes recortes en la financiación de programas de salud globales, como los implementados por la administración Trump, amenazan su distribución masiva en países de bajos ingresos. Esta situación podría forzar a naciones y, por ende, a países como Argentina, a depender de políticas de subsidio y negociaciones internacionales para garantizar su disponibilidad.
La inversión en prevención es clave. Daniel O’Day, presidente de Gilead, ha destacado que prevenir una infección por VIH es mucho más costo-efectivo que el tratamiento a largo plazo, que asciende a unos 1,1 millones de dólares por paciente. Esta lógica resuena en Argentina y otros países latironamericanos, donde la salud pública se beneficia directamente de cada caso de VIH prevenido, liberando recursos para otras áreas críticas.
En definitiva, la aprobación del lenacapavir marca un antes y un después en la lucha contra el VIH. Pero el desafío reside en asegurar que este avance científico no se quede solo en los países ricos. Para argentina, la esperanza radica en que las políticas sanitarias nacionales logren asegurar la accesibilidad a estas nuevas herramientas, garantizando que el impacto de esta inyección semestral se sienta positivamente en la salud de todos sus habitantes.