13 de agosto de 2025 – En un contexto nacional marcado por la polarización y las medidas de ajuste, la expedición conjunta del CONICET y el Schmidt Ocean Institute se convirtió en un fenómeno viral inesperado. Lo que la sociedad presenció a través de las pantallas no fue solo la belleza de un pulpo Dumbo o la peculiaridad de una “estrella de mar culona”; fue una conexión profunda con la ciencia, con el conocimiento y con un grupo de profesionales apasionados que hicieron su trabajo a 3.800 metros de profundidad. Más de un millón de espectadores siguieron las transmisiones en vivo, demostrando que, lejos de ser un tema distante, la investigación científica es una cuestión de interés y orgullo nacional. Este apoyo multitudinario, expresado a través de las redes sociales y los medios, actúa como una respuesta social directa a un Estado que parece ignorar este valor.
La ciencia como producto del esfuerzo público
Los propios investigadores, emocionados ante la repercusión de su trabajo, lo dejaron en claro. En sus palabras, la expedición no es un logro aislado, sino el resultado de un sistema integral de educación e investigación pública. Diego Urteaga, investigador del CONICET, lo resumió de manera contundente al afirmar que son “un producto del esfuerzo de un montón de gente que vive en Argentina que labura en universidades públicas y nos educó; de un montón de financiación del Conicet…”. Esta declaración resalta una verdad fundamental: el conocimiento que permitió a los científicos argentinos liderar esta misión es fruto de la inversión pública y de las instituciones que el Estado, en su afán de reducir gastos, ha puesto en la mira.
Un camino equivocado: desfinanciar lo que la sociedad avala
La popularidad de la expedición es un barómetro del sentir social. Mientras el Estado desfinancia la educación, recorta salarios en el sector de la investigación y cuestiona públicamente la utilidad de organismos como el CONICET, la sociedad se vuelca a apoyar de forma masiva un proyecto gestado en sus entrañas. Este contraste subraya la desconexión entre las políticas de gobierno y las prioridades de la gente. La investigación del océano profundo, la formación de científicos y la exploración del patrimonio natural del país no son “gastos”, sino inversiones que generan conocimiento, soberanía y, como se ha visto, un inmenso capital simbólico que une a la nación en torno a un objetivo común.
El fin de la expedición en el Cañón Submarino de Mar del Plata es mucho más que el cierre de una campaña científica exitosa. Es una oportunidad para reflexionar sobre el rumbo que está tomando el país. El apoyo popular a este proyecto es un mensaje claro: la sociedad argentina valora y defiende su ciencia. El Estado, al desmantelar las bases que hacen posible este tipo de logros, se aleja de las prioridades de su propio pueblo. La ciencia, la educación y la investigación no son solo políticas de gobierno, sino pilares de una identidad que, como quedó demostrado con esta expedición, la ciudadanía está dispuesta a proteger y celebrar.